Aún no se ha estudiado qué motivo es el causante o estimulante, que hace que ciertas personas escriban para el público por cualquier medio a su alcance, repartiendo los papeles teatrales de transmisor y receptor de ideas no mercantilizadas.

Algunos apuntan al natural ego preponderante en el ser humano, otros lo achacan al modelo simbiótico de convivencia en civilización y la gran mayoría optan por creer que la divulgación es, en sí, el brote pedagógico que la imaginación busca como refugio al calorcito de ojos lectores en las frías noches de sociedades mal diseñadas.

Sea lo que fuera, el motivo que hace que me siente delante de este teclado, vengo con la alegría digna de un profeta en el día de los reyes magos, esperando que este aparejo de letras tenga alguna motivación y a lo sumo perturbe el letargo crítico de nuestra inquietante mansedumbre.

España es reconocida con el sobrenombre de la piel de toro, aunque el que se dio cuenta del detalle de que la península Ibérica tenía la apariencia cartográfica que la piel de un toro descuartizado dispuesto para alfombra, no se percató del parecido bovino del buey, proclive para el aguante y la humillación, el único animal que realiza el acto de la genuflexión con tal maestría, que los científicos en comportamiento animal andan locos por conocer el genoma que le induce a ese silencioso padecer sin que nadie haya oído jamás un berrido de contradicción, pese a los sufrimientos padecidos.

Si has leído hasta aquí piensas que hago un paralelismo entre tan «noble» astado y la desgracia de compartir nacionalidad contigo, no te equivocas, es tal cual aunque generalizar es un ejercicio poco intelectualizado, tampoco es plan de matizar el enfoque de este relato, y mi única defensa para que no te acuerdes de mis familiares muertos, es decirte que ando muy quemado o con los índices patrióticos muy elevados.

Y no porque nuestra clase dirigente aparezcan como ladrones, ni por las cuentas en paraísos fiscales o por mentirosos compulsivos….. Sino por estar a punto de creer que son los líderes que merecemos, y eso hace que me avergüence de mí mismo y por extensión de todos los portugueses que votaron a Rajoy para hacerlo presidente del gobierno.

Y para acabar esta confesión, decirle a Pedro Sánchez que si ha venido de nuevo para acabar su carrera donde la empezó como maniquí del escaparate del Corte Ingles, comentarle que en su ausencia el puesto se lo quitó un tal Rivera, que la moda de temporada para las próximas fechas requiere algo más trasgresor que esa pose de mutante desprovisto de ideas y odios hacia quien coleta al viento demuestra su inocente rotundidez de coherencia.

Gracias y perdonen las molestias.

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