Fuente: RM

En Alemania o Francia se permite la entrada de pocos miles de espectadores. La UEFA ha indicado que ya podrían entrar personas a los estadios y que lo dejaba a elección de los distintos países. En España, incluso, hay espectadores en algunas divisiones controladas por la RFEF. Pero en La liga no. No está ni pensado por parte de Javier Tebas. En realidad pensado está pero no se pondrá en marcha hasta que Florentino Pérez termine “la caja de herramientas” del Bernabéu. ¿Pruebas? Ninguna, pero en el mundo del fútbol existe la sensación de que así será. Hasta que el Real Madrid no pueda abrir su estadio o lo que sea eso que están construyendo, ningún otro equipo podrá ir abriendo sus puertas, por muchas limitaciones que haya a esa entrada y con todos los controles sanitarios que ya están establecidos.

Los teatros abren con medidas. Los cines abren con medidas. Incluso se prevé que 3.000 personas puedan acudir a primeros de enero al partido internacional España-Croacia de balonmano en el Palacio de los deportes de Madrid (que ahora llaman con una marca comercial). En general, con toda la prudencia del mundo y por necesidad económica, todo que ha estado cerrado tiende a abrirse menos los estadios de fútbol de La liga. Por ejemplo, para el FC Barcelona sería, aunque sean por miles nada más, un poco aflojar la soga económica de quiebra que tiene al cuello. Incluso abrir el Espai Barça les daría unos ingresos que necesitan con urgencia. Lo mismo se puede decir del Metropolitano del Atlético de Madrid, de Mestalla del Valencia, de San Mamés del Athletic de Bilbao y casi todos los equipos que no viven prácticamente de los ingresos televisivos. Para los “equipos grandes” las entradas, abonos y palcos suponen una cuantiosa fuente de ingresos que con el coronavirus han desaparecido sin contraprestación alguna. Se han evaporado sin más.

La anterior ventana de fichajes se ha visto pobre en la mayoría de equipos, con la bajada en el nivel de La liga, esa misma marca que luego quieren vender por muchísimos millones pero a la que están asfixiando (y no sólo por negar la entrada de espectadores), y ya va tocando permitir la apertura. Poco a poco, con todas las medidas que se estimen convenientes, pero abrir ya. No será así, como la mayoría de personas con dos dedos de frente piensan, hasta que el viudo con gafas termine el proyecto faraónico que tenía en mente desde la primera vez que se presentó a la presidencia allá por los años 1990s (cuando era presidente de OCP, no ACS). Dejar su legado en forma de caja de herramientas futurista pero que a los madridistas gusta mucho, por lo que cada cual que apechugue con lo suyo. Por ello pidió un préstamo ICO al gobierno, para adelantar trabajo de reconstrucción aprovechando el coronavirus, sabiendo que no habría gente en los estadios hasta que puedan entrar en su estadio. El resto a tragar, como les pasa con ciertos arbitrajes –aquí dirá un madridista que les pitaron tres penaltis una vez- que sufren cuando les visita el equipo del florentinato.

Y como a las televisiones tampoco les viene mal que no haya gente en el estadio porque venden lo mismo o más (aunque hayan perdido una buena cantidad por los bares que ahora están cerrados), pues se cierra el círculo vicioso de los que mandan en el fútbol de verdad. Normal que haya molestado la imagen de Joan Laporta cerca del estadio madridista, pero no por la campaña de marketing sino porque les ha hecho recordar que cuando fue presidente del FC Barcelona los arbitrajes eran otros. Los seguidores de los demás equipos se olisquean la jugada y sufren por no poder acudir al campo a ver a su equipo, aunque no pudiera ser todas las semanas, porque hasta que el viudo con gafas no quiera no habrá público en las gradas. Que igual es una estrategia porque la megafonía que ponen en el campo de segunda división B en el que juegan anima más que el propio estadio, pero no es Pérez de dejar escapar un euro si puede. No hay pruebas pero tampoco dudas de que la situación es esa, cuando el florentinato consienta se abrirá. Incluso si la pandemia está muy extendida –que para eso tiene sus peones en el gobierno-.

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