Ya que la vanguardia del (ponga aquí su movimiento preferido por minoritario que sea) califica a la izquierda “de toda la vida” de izquierda reaccionaria, se tomará este calificativo para hacer una breve defensa de la izquierda que en verdad acaba transformando lo poco que dejan de la estructura sistémica. Las batallas culturales que se libran en cierta parte del sistema, lo ideológico-cultural, en modo alguno acaban cambiado la estructura fundamental. Bien al contrario sirven para dotar a este de nuevos océanos azules a los que extender el fetichismo de la mercancía, o lo que es similar, nuevos lugares donde mercantilizar relaciones sociales identitarias. Batallas de diversos colores, como se verá, que ni raspan la reproducción de las relaciones sistémicas pero acaban subyugando a la clase trabajadora.

Dicen los postmodernos o “hizquierda berdadera” que la izquierda reaccionaria no asume que la vida es compleja. Paradojas del destino es la crítica contraria a la que hacía allá por los años 1960s y 1970s donde a esa izquierda clásica, en virtud del simplismo mecanicista, se le acusaba de teoricista, de compleja, de anticuada –en esto siguen igual-; una izquierda que no admitía que el mundo cambiaba gracias a los cambios en la superestructura. La “revolución cultural” de los maoístas ganó adeptos por todo el mundo sin tener en cuenta que eran maoístas… hasta que llegaron los postestructuralistas, los postmodernos, la izquierda new-age, los nazbols y demás especies que dejan a la socialdemocracia sueca en la extrema izquierda en estos momentos.

La izquierda reaccionaria no entiende la complejidad de la vida social pero tiene claro que hay distintas luchas en diversos espacios de producción (político, social, cultural, ideológico, religioso, económico, etc.) que se pueden o no articular en un sentido transformador. Cuestión bien distinta es que se recurra a cierto maniqueísmo para poder comunicar de manera sencilla a personas que, por las condiciones de vida a las que se ver arrastrada por las relaciones de producción (en general, porque la izquierda reaccionaria sabe que hay distintas áreas de producción simbólicas), tienen la conciencia de su situación social pero no manejan el conocimiento complejo del todo social. Esto es reaccionario mientras que vivir en el mundo de las identidades polimorfas, de la subjetividad completa, del idealismo acientífico y empirista, o del discurso vaciado para que los significantes, sin significado, puedan ser utilizados en aras de la demagogia de la política espectáculo, es progre. Antes que hablar de las condiciones de vida de la mayoría de las personas, es mejor hablar de series de televisión de plataformas de pago que no hacen sino ideologizar constantemente a las masas… Bueno a aquellas masas que tienen acceso a esas plataformas (objetos de deseo o de distinción en la actualidad).

A eso súmenle el progreso tecnológico, eco-friendly eso sí, que ha acabado por aceptar que una persona debe tener un teléfono incorporado durante la práctica totalidad del día. Un control que ni un régimen soviético –al menos como lo vende la izquierda posmoderna y la carcunda- al que se obliga socialmente. Una administración pública que obliga a los administrados a estar conectados digitalmente (con la firma digital, por ejemplo, para numerosos trámites que no se pueden realizar de otra forma) sin tener en cuenta la capacidad económica de la persona para tener un móvil, un portátil, una conexión digital en condiciones, etcétera. Se asume, ideológicamente, que los administrados deben tener todo eso mientras se olvida que no existe obligación de tenerlo. Esto es aplaudido por la izquierda postmoderna como signo de progreso. Y qué decir de los coches eléctricos, los monopatines eléctricos, las bicicletas eléctrica y demás medios eco-friendly que no son más que producto del deseo de una pequeña burguesía ¿ecosocialista? Pongamos que ustedes se compran un coche eléctrico. Además de pagar bastantes miles de euros más que el mismo modelo en gasolina ¿dónde lo van a enchufar? Se presupone que las personas tienen casas con garaje privado donde colocar el aparato de recarga… ¿quién tiene esas casas?

La izquierda reaccionaria no abjura del ecologismo pero no pretende que le cuelen por la puerta de atrás los deseos pequeño-burgueses de cuatro o cinco iluminados. Es más, de un exceso de productivismo en el siglo XX, buena parte de la izquierda reaccionaria ha virado hacia una producción, desde luego más local, y menos excesiva. Una producción adecuada a las necesidades reales de las personas, lo primero. A la izquierda postmoderna, empero, les encantan todos los cachivaches y cuanto más modernos –de ciertas marcas además- y más diferenciales mejor. Porque la identidad se construye con aparatejos, plataformas digitales y batucadas –que será por conservar algo medio tribal- y no con práctica política y social. Así se construyen los distintos sujetos del deseo, de la esquizofrenia capitalista y del esencialismo. Porque ahora los postmodernos generan sujetos ¿revolucionarios? allá por donde pasan. Si se encuentran a una persona negra ya la estarán haciendo sujeto revolucionario por racializada, colonizada y genérica. Por clase social no. Esa persona al final acaba diciendo “suélteme el brazo señora” y votando a la derecha. Y todo porque los postmodernos no entendieron aquello de que el discurso genera el sujeto.

Los postmodernos hablan y hablan y hablan y hablan para construir sujetos allá por donde pasan o residen. Creen que la mera enunciación ya crea el ser… La izquierda reaccionaria no, sabe perfectamente que son las prácticas, las luchas las que permiten que el discurso acabe conformando el sujeto. El acontecimiento acaba generando el sujeto de transformación (dice por ejemplo Alain Badiou) y los postmodernos buscan acontecimientos por todos lados. Si les escuchan y leen atentamente verán que todo es histórico, algo nuevo, algo sorprendente y a los cinco minutos, si es que existía, acaban por destruir la lucha o colonizando la práctica que podría generar ese sujeto. Son únicos y únicas para destruir prácticas transformadoras… Sin práctica o lucha no hay discurso que pueda articular un sujeto de transformación por eso la izquierda reaccionaria siempre reclama no sólo a la clase trabajadora sino su lucha. Que exista autonomía relativa en las distintas áreas del sistema no quiere decir que teoría y praxis sean separadas. La teoría siempre está junto a la lucha, de hecho en muchas ocasiones detrás de la lucha. Esto es reaccionario frente al esencialismo de lo superestructural y el individualismo metodológico de la postmodernidad.

Y como no pueden dejar de colonizar luchas que generan sujetos de transformación ahora califican a las feministas de reaccionarias también. Y todo porque defienden el sujeto mujer como impermeable frente a las diversas majaderías del psicoanálisis lacaniano que tienen como teoría postmoderna. Mujeres que, desde su lucha y práctica cotidiana, han ido construyendo una teoría de la liberación de la opresión ahora son calificadas de reaccionarias por personas que estaban sentadas en su casa y han decidido que su teoría forjada en el mundo de las ideas –por no decir las pajas mentales- es mejor para la lucha feminista. Si se fijan para argumentar los postmodernos, además de elocuciones complejas, acaban referenciando todo en butleriano, foucaultiano, derriniano, laclauniano, mouffiano… Todo el posestructuralismo de lo superestructural es recitado para atacar a los reaccionarios… sin percatarse que todos esos autores y autoras comenzaron a escribir esos posicionamientos ideológicos justo cuando caminaban hacia la derecha ideológica. Ahora los traidores a la izquierda son considerados epígonos de la revolución…

Y claro, hablando de identidades, los postmodernos abrazan con fe ferviente las identidades nacionales. Cualquier región o pueblo que tenga alguna característica específica (cultural, lingüística…) es potencialmente una nación. Paradójicamente no existe nación sin nacionalistas, esto es, sin práctica nacionalista -¿por qué piensan que aumentaron los nacionalistas en Cataluña y ahora temen que bajen al detenerse la práctica?-. Pues los postmodernos ven en cualquier reivindicación, algunas incluso de clase, como práctica nacionalistas. El mejor ejemplo es lo que pretenden algunas mentes en Andalucía. Ver en unas relaciones de producción y de reproducción del sistema capitalista español, esto es, que Andalucía sea un “lugar barato”, un indicio de explotación identitaria, un mecanismo de racismo cultural… Y luego que si los reaccionarios están en la izquierda tradicional. Cuando lo que había de reaccionario en la izquierda, su conexión con el nacionalismo –no con el sentimiento patriótico o lugareño-, está siendo eliminada (se habla de pueblos oprimidos mucho más que naciones oprimidas), ahora llegan los postmodernos y se hacen internacionalismos del nacionalismo burgués. En general se hacen de todo lo burgués, bien es cierto, pero también en aquello que supone la completa disolución de los vínculos de clase que permiten la única lucha que ha conseguido mejorar la vida de las personas bajo el capitalismo. Por todo ello no cabe más que defender a la izquierda reaccionaria (reformista o revolucionaria) ya que, al menos, tiene los pies en el suelo. La verdadera izquierda polimorfa y polisentimental leyó a Gramsci y no lo entendió. Leyó a Marx y se quedó en la tercera página –utilizan un listado de citas para todo del alemán-. Pero a Laclau, Zizek, Mouffe, Butler, Derrida, Byung Chul-Han y demás postmodernos se los han leído a todos. Así tienen esas cabezas. Normal que Carlos Fernández Lliria los asimile a los maos chiflados de los años 1960s y 1970s, esos que tomaron las calles de París para acabar postulándose como filósofos de la derecha. Al menos aquellos lograron la liberación sexual, hoy estamos ante la represión sexual de la venta de bebés, de la obligación de acostarse con mujeres con pene… Igual, sólo igual, parecen más reaccionarios todos estos, con el añadido que son fieles perros de compañía del capitalismo. Porque al final, aunque sea en última instancia, lo mollar está en la estructura del sistema. Justo esa parte que jamás citan, ni quieren tocar. Es más, la izquierda postmoderna hasta compite con la derecha para ver quién es mejor gestor del sistema. Ahora hasta mandan a la policía a cargar contra la clase trabajadora. Casi mejor ser reaccionario o reaccionaria ¿o no?

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