Debería salir José Luis Ábalos, cual cardenal protodiácono, al balcón de la calle de Ferraz y decir aquello de “habemus papam”. Si algún enredador profesional o el establishment no lo impiden, Pedro Sánchez será nuevamente elegido para dirigir los actuales designios de España como presidente del Gobierno. Podrá de esta forma seguir residiendo en la Moncloa a cambio de ceder tres ministerios a Unidas Podemos. Casi tres meses después de las elecciones generales habrá un gobierno que actúe como tal y un parlamento que tenga actividad. Tres meses después de las elecciones el baldío, en términos prácticos, debate sobre los sillones y las personas que los pueden ocupar dejará paso a la acción política propiamente dicha.

La renuncia de Pablo Iglesias a formar parte del gobierno, si bien deberá haber ministros y ministras de Unidas Podemos, permite eliminar el principal escollo que el presidente en funciones había señalado como real inconveniente. El establishment, el carácter o vaya usted a saber qué fobia particular era cordón de seguridad que impedía al dirigente morado estar en el gobierno. El portero de la discoteca gubernamental sabe que el “chaval que viste de morado” no va a entrar pero sí sus amigos y amigas, como ha reconocido Adriana Lastra. Una vez que todo el mundo sabe cuál es su papel en este espectáculo, Sánchez ya tiene en su mano la posibilidad más que real de gobernar. No como hubiese sido su deseo, en solitario (o en coalición con Ciudadanos, algo que las bases le vetaron), pero sí teniendo en su mano los resortes del poder. No pondrán pegas en Unidas Podemos a las carteras que les ofrezcan porque ya estarán peleándose por ver quién de ellas y ellos entra en las quinielas, sí que alguna tenga visibilidad esa cuestión tan importante en la época de la política espectáculo y que gusta tanto a populistas.

Respecto al programa, que parece que van a negociar en tres días, tampoco habrá problema pues en Unidas Podemos aceptarán casi todas las medidas que ha propuesto el PSOE en el resumen de su propio programa electoral que les presentaron hace una semana. Desde Unidas Podemos colarán alguna medida rimbombante y que puedan catalogar como propia, pero una vez que están ya en el poder, que tocan pelo, que se sientan en ministerios, tampoco es que les importen mucho las medidas. Saben que desde la Troika tienen a España pillada por los presupuestos, que la Unión Europea está mirando de reojo a lo que se hace y que los grandes acuerdos comerciales ya están firmados y aceptados. Poco margen de actuación pero contentos de estar en los ministerios. Una ley de regulación de los alquileres, como la impuesta por Macron en Francia, por ejemplo, y tan contentos. Un nuevo Pacto de Toledo garantizando las pensiones constitucionalmente y a correr.

El populismo tiene esas cosas por muy de izquierdas que se venda. Cualquier medida que aporte algo es válida. El programa es secundario al final porque con tanto significantes añadidos algo se quedará por el camino seguro. Intentarán enfadar a la derecha con alguna cuestión simbólica pero no dudarán en aplicar el artículo 155 si se diese el caso en beneficio de la patria. Recuperará Podemos el sentido populista al estar en el Gobierno, algo que no le viene mal al propio Sánchez que podrá ofrecer un perfil más nacionalista e internacional. Si piensan que va a haber grandes debates dentro del Consejo de Ministros más allá de los habituales es no conocer que en Podemos necesitaban los cargos como el comer para poder sobrevivir. No estar en el gobierno e ir a nuevas elecciones les hubiese matado, bien por el efecto errejonista alimentado desde el establishment, bien por aburrir a las ovejas a su electorado.

Necesita Unidas Podemos ministerios donde colocar a sus colaboradores, a su cúpula, a su oligarquía, como sucede en los demás partidos también es cierto pero de forma más apremiante porque estaban viendo pasearse a la parca a su lado. Sin una organización territorial real, con dudas sobre la fusión fría con IU, necesitaban tiempo y recursos para los suyos y así comenzar a reconstruir Podemos o lo que venga a llamarse después. El programa es secundario frente a la supervivencia de la organización y de sus dirigentes. De eso se va a aprovechar Sánchez, que debería saberlo, para que acaben renunciando a algunos postulados que hoy venden como irrenunciables. Se dirá aquello de que se gobierna para todas las personas, las que han votado y las que no; se dirá que las responsabilidades de gobierno presentan contradicciones insuperables; dirán que la mirada larga gubernamental necesita de medidas que pueden parecer improductivas a corto plazo pero no son más que esfuerzos pequeños para lograr un fin mayor; o dirán que hay que entender el contexto globalizado en el que nos movemos para hacer políticas más allá de la socialdemocracia. A poco que Sánchez les meta en la cabeza lo de la responsabilidad gubernamental del día a día acabarán siendo liberales sociales.

Eso sí, en la partida que parecen haber estado jugando Pablo Gentili y el camarlengo monclovita (Iván Redondo), asesores áulicos de Iglesias y Sánchez respectivamente, parece que el primero le ha ganado por la mano al segundo. Como contamos hace más de un mes, el dirigente podemita estaba de acuerdo con aceptar esos cargos intermedios a cambio de algunas medidas. Parece ser que Gentili y gente como Monedero le pidieron que aguantase el envite que al final la cuerda se rompería por el lado socialdemócrata. Sabía Iglesias que no podría estar en el gobierno pero ha hecho girar todo en torno a su figura, creando un relato muy simbólico que le permite ahora salir casi como un héroe, mientras que en el PSOE han acabado aceptando ministerios de Podemos. Justo lo que no quería el camarlengo pues no dudaba en acudir a nuevas elecciones, algo que en la CEOE tampoco era mal visto. Pero el perder el gobierno no entraba en los cálculos y con la primera encuesta donde se daba esa posibilidad, Sánchez ha sido excesivamente claro y ha permitido el gobierno de coalición que no deseaba hundiendo la partida del camarlengo. Y con Iglesias en el Parlamento que no es mala situación personal.

Al final se produce, lo que en teoría de juegos se califica de win-win, un acuerdo en el que todos ganan. Sánchez va a tener un gobierno plenamente socialdemócrata que no pondrá demasiados problemas a las peticiones de la Troika, mandará a Nadia Calviño al FMI y él podrá seguir haciendo política internacional que es lo que más le gusta. Y para más inri podrá decir que España es como el resto de países europeos donde gobiernan coaliciones, en este caso con una pátina de izquierdas. En todo esto, al final, el único que sale señalado es el camarlengo monclovita que ha tenido España paralizada tres meses por sus cálculos de patio de colegio (ni de facultad de Ciencias Políticas). Desconoce que en política hay algo más que el relato, el marketing y el espectáculo y que las personas tienen suficiente cabeza para quedarse en casa si se sienten hastiados por los partidos que dicen representarlos. Más allá de las redes sociales las personas de izquierdas estaban diciendo basta por mucho meme y campaña que lanzaban desde Moncloa, o por muchas falsas noticias que colaban en los medios amigos (veremos cómo se las cobrarán a futuro).

Habemus papam y se llama Pedro Sánchez II. Ahora la derecha ya puede sacar todas las momias del pensamiento para decir que España irá a la ruina máxima y al colapso como parte de la civilización occidental. Si nada se tuerce, que con políticos mediocres todo es posible, la izquierda gobernará unida por primera vez a nivel estatal. Algo que servirá de ejemplo para otros gobiernos de otros niveles y que ridículos como el de la señora esa de Podemos en La Rioja no vuelvan a presentarse. Que gente tan incapaz haya llegado a donde ha llegado es culpa de los partidos y sus miserias, pero esos mismos partidos están a tiempo de cambiar y ofrecer un gobierno de izquierdas con sus contradicciones lógicas, sus tensiones y su buen gobierno. Ya si pudiesen transformar algo el sistema sería para premio, pero después de años de destrucción de la derecha no es tan sencillo.

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