Es como los niños pequeños que piensan que si no pronuncian ciertas palabras la maldad, lo feo, lo peligroso no fuese a ocurrir. Lo mismo le ocurre a Juan Marín, el dirigente de Ciudadanos, quien se niega a pronunciar la palabra “V”. Sí, ese partido neofascista que ya ha pedido acabar con el dinero destinado no sólo a la protección y ayudas a las mujeres maltratadas, sino todo el dinero que ayude a que la mujer logre la igualdad de una vez por todas; todo el dinero que sirva para educar en igualdad; todo el dinero que sirva para que la mujer salga del encorsetamiento machista. Hubo de salir su jefe de filas, al fin y al cabo es quien mueve los hilos desde Madrid, a negar cualquier apaño en ese sentido, mientras el jefe del clan de la manzanilla se achantaba y se escondía detrás de un mantecado de los que le sobró de Nochevieja.

Marín no pronuncia la palabra “V” pero se encuentra con los monstruos detrás de los velos del parlamento andaluz, escondido por la vergüenza que siente al tener que reconocer que a él, personalmente, parece no importarle juntarse con los neofascistas. Al fin y al cabo empezó su andadura política en Alianza Popular, que ya da muestra de la ética política del personaje. Si fuese por Marín, y no dependiese de los poderes superiores y las gestiones de la cúpula de la secta naranja, habría firmado hasta sacar en paseo por las calles los ataúdes de los reyes católicos, Isabel y Fernando, para demostrar más españolidad, casposidad y tradicionalismo que las personas con las que sabe que debe pactar y que están donde la palabra “V”.

Marín no pronuncia la palabra “V” e intenta convencer a la población, pensando que es estúpida o algo por el estilo, de que no sabe nada de esa palabra que para él tornó maldita. Nos dice que el pacto con el PP, “es un buen acuerdo para regenerar la política andaluza, para desmantelar los chiringuitos del PSOE, para bajarles los impuestos a los andaluces, para revitalizar la economía y el empleo y para innovar en Educación y Sanidad”. Educación y Sanidad, que quieren privatizar como ya les contamos hace unos días, son remarcadas, pero no aparece la palabra impronunciable.

Marín no pronuncia la palabra “V” y quiere convencer a la población que el gobierno será “únicamente de Cs-PP, de 47 escaños en el que las medidas políticas ya acordadas son intocables porque suponen la base del cambio político que los andaluces pidieron en las urnas el 2 de diciembre”. Que va a ser de esos dos partidos, que sí los pronuncia, es algo indudable pues las personas de la palabra “V” ya han advertido que no quieren silloncitos. Bueno eso pensaban ayer, hoy igual sí quieren porque el Califa que les dirige está muy cerca de bajarse los pantalones, y una cosa así necesita algún tipo de recompensa. Ser neofascista, ir de machote por la vida y rajarse a las primeras de cambio quedando como un pelanas, pues debe tener contraprestación de carguitos para los amiguitos.

Marín no pronuncia la palabra “V” pero es consciente de que un gobierno alternativo sólo pasa por al apoyo de los neofascistas que están pidiendo luz y taquígrafos a ambos partidos y modificar/negociar lo que ellos, los machos alfa, desean. Aunque sea poquito, pues todos son hijos de los poderosos, pero darse el gusto de aparentar. Marín les invitaría a café, ya lo hizo con los “populistas de izquierdas”, a comer, a cenar y a una juerga flamenca si hace falta. Es más haría de montero en las cacerías de las gentes de la palabra “V”, o llevaría los cuernos en las capeas de salón. Él haría casi todo lo que le pidiesen, pero sus jefes no quieren, así que mejor que callar la palabra. Esa que es indispensable para el Pacto de la Vergüenza y que todo el mundo sabe que necesaria es.

Marín no pronuncia la palabra “V” pero sabe que o gobierna con esa palabra, o hay nuevas elecciones. Claro que a él eso le da igual porque, como carece de ética, al igual que sus conmilitones, en unas nuevas elecciones volvería con el PSOE-A y a abrazarse con Susana Díaz si los números diesen. Dejaría tirado a Juan Manuel Moreno Bonilla con su vaca y los neofascistas. Total a Marín sólo le importa salvar su clan de la manzanilla y seguir él en el momio y las invitaciones caras. Mientras no le afecte directamente se junta con quien sea sin tener que vomitar. Se pasó toda la campaña pidiendo a Moreno Bonilla que le pidiese perdón y le faltó morrearse con él la misma noche de las elecciones. Pero no pronunciará la palabra “V”.

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