En este pasado fin de semana se ha podido asistir a la transmisión en directo, típica de la sociedad del espectáculo, de la defunción de dos partidos políticos: Ciudadanos e Izquierda Unida. Una defunción provocada por el suicidio de las ejecutivas respectivas, eso sí, asistidas en ambos casos por distintas fracciones de la clase dominante. Mientras que en el caso de los naranjas ha sido previa solicitud de la fracción financiera, en el segundo lo ha sido por una parte de la mediática. No se quieren “divisiones estériles” en los núcleos irradiadores que tiene la clase dominante en la guerra cultural con la que tienen entretenida a la población en general y a la clase trabajadora en particular. Por el lado de la derecha, tras no cuajar un partido liberal de corte europeo que sirviese como eje vertebrador del sistema político español, esto es, que sirviese para pactar con socialdemócratas y conservadores, pero siempre defendiendo la ideología dominante neoliberal, han decidido disolverlo y experimentar con la extrema derecha. Al fin y al cabo, la salida autoritaria siempre ha sido del gusto del poder capitalista para conservar sus privilegios. Por el lado de la izquierda, por si no había quedado claro con anterioridad, la existencia de IU tenía fecha de caducidad por expreso deseo de cierto grupo mediático.

En ambos casos mantendrán un tiempo las siglas a fin de que el paripé típico de los actos teatrales de política entendida como espectáculo postmoderna permita ganar unos euros a la clase dominante. Ciudadanos seguirá siendo Ciudadanos hasta que no quede más remedio que realizar la refundación de la derecha donde no se excluye que hasta el PP acabe perdiendo sus propias siglas. No en vano PP y corrupción tienen una conexión simbólica muy profunda en el inconsciente colectivo de la ciudadanía española. Hasta que llegue el momento de esa nueva refundación de la derecha se mantendrán en una especie de rememoración de aquella Coalición Popular de Manuel Fraga. Con menos inteligencia en su interior, sin duda, pero como mera farsa de la ocultación de un entreguismo como nunca se había visto de la fracción política de la clase dominante a los intereses imperiales y globalizadores del poder económico. Izquierda Unida también se mantendrá durante un tiempo hasta que acabe diluida con un montón de siglas o sepultada por la impericia de su actual élite dirigente. El caso es que no ha interesado desde hace un tiempo la existencia de un partido que aún conservaba cierto repudio hacia el sistema económico, político y social imperante. Pese a abandonar el leninismo, simbólicamente era un partido socialista o comunista (según a quien se preguntase), transformador, republicano, laico y fuera de las corrientes neoliberales, como todo el postmodernismo de izquierda que ha asimilado la ideología dominante pues no alcanza a tocar la base misma del sistema. En ambos casos no dejarán durante el tiempo en que dure el velatorio de ser organizaciones completamente subalternas de otros dirigentes y otros poderes.

Ciudadanos o ¡cómo manda la clase dominante!

La fundación de Ciudadanos es conocida por todo el mundo medianamente informado y se sabe que fue un intento de un grupo de catalanes, abiertamente no independentistas, que se unieron para articular un partido social-liberal que aglutinase el descontento con el PP y con el PSC. Así estuvieron unos años hasta que la aparición de Podemos provocó la alerta de la clase dominante (en aquellos años sí que se asustaron de verdad) que promovió la figura de Albert Rivera y sus amiguetes catalanes, como Juan Carlos Girauta que era más conocido por sus apariciones en la cadena de la Brunete mediática EsRadio, como alternativa populista de derechas pero sin llegar al extremo. Una partido populista, liberal en lo ideológico, pero muy nacionalista como elemento de identificación. Todas las cadenas de televisión y todos los medios de comunicación (y todos son todos, incluso los que se venden como de izquierdas) apoyaron a Ciudadanos y sus dirigentes aparecieron hasta el hastío en los diferentes medios. Se produjeron fichajes de personalidades con prestigio en ámbitos intelectuales o empresariales (como Luis Garicano o Toni Roldán) y aspiraron los impulsores a ese partido vertebrador que excluyese los extremos populistas y secesionistas-nacionalistas.

La realidad es que estuvo a punto de lograrse esa aspiración de la clase dominante, pero la soberbia de Rivera y un exceso de triunfalismo provocaron que se perdiese el favor de los poderosos. Y cuando eso sucede lo normal es acabar como han acabado en Ciudadanos, en el basurero de la historia. Pese a la insistencia de Ana Botín (por medio de sus voceros mediáticos), no se quiso pactar con el PSOE y formar un gobierno con 181 diputados, así que nada mejor que hacer desaparecer lo que no sirve. Incluso en un periódico controlado por Florentino Pérez, donde antes de esta situación estaba prohibido publicar algo negativo contra Ciudadanos, se lanzaron a apoyar al PP y a dar noticias negativas de los naranjas. A esto hay que sumar que tenían ciertas expectativas con Inés Arrimadas pero han comprobado desde el poder que no es más que una “choni de la política” y ya no les sirve salvo para una refundación de la derecha menos autoritaria. Y a eso se encaminan, más cuando no hacen más que ofrecer posiciones y acciones vergonzosas en cualquiera de los cargos que ostentan. Añádase unas primarias más propias de un partido de país bananero y el arrastrase frente al PP para llegar a acuerdos de unión electoral (previa a la refundación) que, como no dan para mucho, están siendo utilizadas por el partido de la corrupción para asentar su dominio.

Izquierda Unida, el lento camino hacia la desarticulación.

La realidad es que da pena ver en lo que ha quedado Izquierda Unida. Un proyecto situado a la izquierda del PSOE que aglutinaba al entonces incipiente movimiento ecologista, al histórico PCE, la Izquierda republicana de Azaña, el PASOC (que no era sino el PSOE histórico obligado a cambiarse de nombre), el Partido Feminista y tantos otros partidos del ámbito socialista y comunista. Hoy no queda nada de eso y menos aún tras la expulsión del Partido Feminista en favor de los principios de la teoría queer, ese mantra neoliberal que están inoculando en el movimiento feminista para destruirlo desde dentro por su potencial movilizador y transformador. Ya sólo queda realmente el PCE que está muy desteñido tras el colapso ideológico sufrido en los últimos años. Desde que llegó Alberto Garzón a la coordinación federal todo ha sido un transitar hacia la corriente helada de la izquierda y hacia la subordinación programática y estratégica de Podemos. Después de haber sido un referente de izquierdas con personas como Julio Anguita, Gaspar Llamazares o Cayo Lara, que igual podían estar errados en algunos postulados, pero mantenían los valores y principios de la izquierda, han pasado a no saber bien qué son. Garzón siempre escribe sobre el socialismo más que sobre el comunismo (más allá de que haga refritos de intelectuales de izquierdas sin conclusiones claras); las gentes de su cúpula dicen hoy una cosa y mañana la contraria; o siempre parezcan subordinados de Podemos.

Paradójicamente cuando consiguen un ministerio en el Gobierno de España (el de Yolanda Díaz, pese a militar o algo parecido en IU, es computable a Podemos), es cuando el coordinador federal habla de la unidad en la diversidad (lema copiado al federalista Daniel Eleazar) para hacer un proyecto más fuerte. O lo que es lo mismo una refundación de la refundación para la refundación de la izquierda donde las siglas realmente son un elemento simbólico porque, por mayor peso político y social, sea Pablo Iglesias quien determine todo. Decían Anticapitalistas que Podemos estaba “subalternizado” por el PSOE en el Gobierno, pues IU esta subsumido en el partido morado completamente. Existe porque hay que terminar de pagar la deuda y a Podemos le interesan las sedes de IU para establecer un partido con implantación territorial en toda España.  Ayuda a pagar la deuda de IU y se queda al final con la infraestructura del PCE. En realidad no hay una diferencia ideológica entre Iglesias o Garzón. Política sí porque el primero tiene un arrastre social del que carece el segundo, así que mantener dos o tres partidos cuyas cúpulas piensan igual es improductivo. Y el menor ha de desaparecer a corto plazo. El hijo en esta ocasión ha acabado devorando al padre. Aunque como parricidio no sucederá lo que Freud contaba sobre la totemización del padre asesinado, sino que se le dará un entierro digno y poco más. Muchas personas de IU no están de acuerdo, pero entre las desfederalizadas, las purgadas (por querer abolir la prostitución) y las que ya se han dado por vencido no son capaces de una voz fuerte que se oiga. Como otros partidos comunistas su salida es la transformación y garzón ha sabido ejecutar el asesinato con manca finezza. Y él se ha llevado su premio por ello.

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