Fuente: CTA

Ahora que están los medios de comunicación, tal es el hartazgo con otro tipo de espectáculos (políticos esencialmente), entretenidos con el tipo ese que dice que estuvo 35 años en coma y despertó (con dos hijos –debe ser como el perrillo del viudo con gafas-, una esposa y una movilidad de la leche), nada mejor que recordar el mayor coma de la historia. Si hay un grupo, porque es un coma grupal, con un coma que ya casi se puede calificar de eterno es el del colectivo arbitral con el Atlético de Madrid. No se conoce cosa igual en la historia médica y mediática.

Profundidad del coma

Más allá de que el equipo juegue mejor o peor –ahora están regulinchis- los hombres enviados por el CTA a lo largo de la historia han sufrido colapsos mentales cuando arbitraban al equipo rojiblanco. Un coma que les permitía moverse, actuar como seres humanos, pero que mentalmente bloqueaba seguir cualquier parámetro lógico respecto a las normas del juego. Era tal la profundidad del coma, en el caso de Álvarez Margüenda debería haberse estudiado en las facultades de medicina, que parecía hasta normal.

Pitar un penalti, inventado claro, de espaldas (Andújar Oliver); masacrar partido tras partido al equipo rojiblanco con tarjetas por reglas que sólo en ese coma profundo podían conocer (Sánchez Arminio); inventarse reglas nuevas sólo cuando juegan los rojiblancos (¿han vuelto a anular un gol por supuesta falta previa cinco minutos después?); permitir los empujones si se lleva la casaca del Atleti; tarjetas por mirar al árbitro; expulsiones por sudar; y mil cosas que ni Iker Jiménez es capaz de explicar salvo por el estado comatoso. Lo peor es que esto se ha extendido al mundo UEFA, allí también sufren ese estado comatoso.

Los dos apellidos son por algo

Sánchez Martínez, González González, Gil Manzano, Martínez Munuera, Cuadra Fernández, Munuera Montero, Soto Grado, Hernández Hernández, González Fuertes, todos ellos son apellidos que al mundo en general no les remite a peligro, sudor, miedo y sufrimiento. Sin embargo para la parroquia rojiblanca es como mentarle el diablo a un obispo. Es saber que te llega un comatoso a arbitrar y que debes contar con un extra en cada partido para que no te la líen. ¿Alguien recuerda los apellidos Pajares Paz o Pérez Lasa? En el Atleti le podrían contar hasta hazañas.

¿Por qué en España se dan los dos apellidos de los árbitros? Hay muchas teorías pero la más común es para que no se piense que son hijos de meretriz de primeras. Fuera de las fronteras patrias con conocer la nacionalidad del interfecto ya se distinguen esas cosas. Británico, holandés, francés o alemán seguro que actúa contra cualquier cosa que sea española y si lleva la rojiblanca más –no se olvide que el viudo con gafas es máximo accionista de una de las grandes constructoras alemanas-.

En caso de duda que se joda el Atleti

Si no son seguidores de calabresismo, del roncerismo o del chiringuitismo pueden comprobar que, en efecto, existe una máxima: “En caso de duda que se joda el Atleti”. Puede que el equipo no esté jugando bien –que no lo está haciendo-; que haya gafes en las filas rojiblancas; que la defensa sea más bendita que Juan XXIII; que estén acomodados; pero siempre en esos momentos clave de los partidos se acaba pitando algo extraño y que no vuelve a pitarse (hasta que le toca otra vez al Atleti). En el momento en que se puede decidir el choque pasa algo raro.

Además de malos, porque son muy malos los árbitros españoles –sólo hay que ver las que lían en otros partidos donde no juegan los dos protegidos-, tienen esa deficiencia producto del coma temporal que sufren en cuanto arbitran al Atleti. Ese gol que daría tranquilidad y que se anula. Ese empujón que se permite siempre que el empujado vista la rojiblanca. Esas tarjetas nada más empezar el partido para condicionar al jugador (cuando hay otros que reparten estopa y nada). Todo eso es producto del coma más asombroso de la historia. Y cuentan con un ejército de juntaletras que están a la maman-durria.

El Atleti este año juega de aquella manera, pero tampoco le permiten más. Y así se van perdiendo ligas. Eso sí, meter un poco de picante en los calzoncillos de los jugadores no vendría mal. O darles un golpe en el pecho, al estilo Aimar, antes de salir para ver si salen despierto tampoco. Aunque, al final, el comatoso actuará.

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