La frase entrecomillada del titular no ha sido pronunciada de tal forma por el personaje –cabría decir persona pero es que el personaje ha acabado devorando a la persona-, lo que ha dicho ha sido un poco más largo pero más terrible. Según Juan Carlos Monedero quienes se manifiestan contra la acción gubernamental del ministerio de Igualdad, ocupado por Irene Montero (que no es cosa menor que diría M. Rajoy), son hijos e hijas de los que raparon el pelo a las mujeres y que fusiló a Federico García Lorca por “rojo y maricón”. Esto es, el franquismo sociológico que aún pervive en la sociedad española. Esta salvajada ha tenido respuestas sumamente contundentes en la prensa de izquierdas que no está sometida a partido o capitalista alguno. Señalar de esa forma a mujeres, principalmente, y hombres de izquierdas es nauseabundo. Porque, por mucho que le moleste al politólogo, la campaña pidiendo la dimisión de Montero ha provenido de la izquierda y el feminismo.

No contento con decir una sandez, el ínclito ha decidido seguir insistiendo sobre el tema: “En España perdió la democracia la guerra y la herida ciudadana no cerrada aún nos dificulta el debate. El insulto apaga el argumento y hasta la izquierda se contamina del ruido. Y la derecha disfruta del espectáculo. Coletazos del retraso de España frente a Europa”. ¿En qué momento se ha insultado, más allá de los mezquinos y mezquinas que pululan por las redes sociales, a la ministra? En ninguno. Es más el ataque que ha sufrido la ministra ha estado lleno de argumentos, de reclamación de derechos y de pedir que no admita los insultos (estos sí lo han sido) contra mujeres que destacan por su compromiso feminista ya que ella es ministra de Igualdad (¿o Igual-dá?).

Tergiversa el debate Monedero para salvar la cara de una correligionaria. Lo paradójico que es lo haga argumentando que no hay debate por el ruido y quienes han generado el ruido, por cierto, han sido los mismos de Podemos. Todas sus ministras, secretarias de Estado, diputadas de medio pelo, secretarios generales de otros partidos (al menos en lo formal porque todo el mundo sabe que el PCE ha sido absorbido por Iglesias y cía.) salieron a defender a la ministra generando ruido en la comunicación porque mentían. Llegaron, como el ignaro Pablo Echenique, a decir que la ministra ha traído más derechos que nunca en la historia a las mujeres. Aún se busca qué ley ha traído esos derechos. Una gran sarta de mentiras y ninguna buena palabra para Lucía Etxebarría que fue la persona agredida verbalmente en presencia de Montero y lo que desató la respuesta del feminismo. Por cierto, ¿habrían salido a defender a Alberto Garzón con la misma intensidad y movilización de los jefes? Algo dicta a la razón que no.

En Podemos jamás han admitido el debate. Ahí tienen sus mecanismos de decisión que recuerdan al “aquí mando yo” mucho más que a procesos deliberativos. Podemos, por la lógica populista inmanente, siempre se ha dedicado a ningunear el debate y llenarlo de ruido y de insultos. No sólo contra la casta sino contra cualquier opción política que no sea la propia. Insultos al PSOE, al comienzo a IU, a Ciudadanos, al PP, al PNV, a este medio de comunicación o a aquel que no les hace caso. Un artículo como este mismo suele recibir una decena, como poco, de insultos por parte de las huestes de Podemos porque viven de impedir el debate. Los procesos de deliberación, aunque sean mínimos, no les sirven porque acaban por carecer de argumentos. Hoy se alegran de haber hecho torcer el brazo al gobierno para que se impidan los desahucios de las personas que viven en régimen de alquiler durante el estado de alarma. “¡Gran victoria!” gritan ufanos. ¿Cuánto queda para la finalización del estado de alarma? A penas dos meses. Igual es una victoria pírrica. Pero esto no se podrá argumentar porque no hacen más que meter ruido. Y Monedero uno de los principales destructores del canal comunicativo, por cierto.

Lo que hace Monedero al señalar como franquistas a todos los que les critican –que franquistas habrá- es un truco muy viejo de los totalitarismos, incluido el estalinismo. Al señalar al crítico como infraser o no-ser se abre la puerta a destruirle, llegando hasta a la muerte física, y eso libera la cuestión ética que pudiese existir al atacar a otro ser humano por opiniones divergentes. Al señalar a esas personas críticas como franquistas no se hace más que equipararlas a lo más bajo en la escala evolutiva y de ahí a la eugenesia social no hay más que un pequeño paso. Igualmente, al ser todos los críticos franquistas, ¿qué queda? Sólo la verdad encarnada en Pablo Iglesias. Nadia Calviño es franquista, María Jesús Montero es franquista, todo el mundo es franquista, al menos sociológicamente, menos los elegidos por el destino. Una escatología para unir al grupo, para evitar fugas o para evitar cualquier tipo de debate ante una bajada constante en todas las encuestas. Y una desaprobación de su gestión (donde tienen que apuntarse hasta las acciones de la parte socialdemócrata del gobierno) porque hacen mucho ruido pero en realidad las medidas que toman ni llegan a todas las personas (IMV), ni son solución de nada.

Lo que deberían hacer en Podemos es pensar que si todo el mundo es franquista menos ellas y ellos igual los que están equivocados no son los demás sino los mismos ¿o no? Especialmente cuando las críticas provienen del movimiento feminista, de la izquierda de clase, de la izquierda intelectual (aunque seguramente nieguen que exista) y las loas sólo llegan de los paniaguados con subvenciones, de los cuatro correveidiles que les quedan en el partido y la cada vez más menguante hueste de apoyos el redes. El chiste fácil sería decir que el franquismo bien que lo ha mamado Monedero en casa, pero se supone que las personas evolucionan, aunque en el caso del personaje parece que ha involucionado o se ha estabilizado en los guardianes de las esencias del estalinismo. Si toda España es franquista, al final nadie es franquista pero entre el ruido que han generado se olvida que Montero no hace más que cometer estupideces y generar enfrentamientos en el Consejo de ministros.

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