Como el muerto de la canción de Peret, Albert Rivera no estaba muerto sino que «andaba de parranda» y ha terminado por aparecer para improvisar un show que le reporte unos cuantos minutos en la política espectáculo. Ha aparecido con una propuesta que él, reunido con su mismidad, ha elaborado para “que el fracaso de Sánchez no arrastre a España”. No sabemos a dónde arrastra, pero parece que la gota fría peninsular se extiende a lo político y el dirigente naranja quiere evitarlo. Propone tres cuestiones que pueden considerarse una auténtica memez, dadas las circunstancias, para abstenerse junto al PP y evitar unas elecciones que le vienen mal.

“La ruptura con Otegui y Bildu en Navarra para que gobierne Navarra Suma, estudiar la aplicación del 155 en Cataluña además de respetar las sentencias judiciales no pidiendo indultos en caso de condena en el juicio del procés y revertir sus políticas económicas en favor de la clase media y los autónomos de nuestro país” ha pedido Rivera a Pedro Sánchez para conseguir esas abstenciones “patrióticas”. Con guasa y cierto cinismo, el presidente en funciones le ha contestado que, como se dan esas condiciones ya, se abstengan y dejen de marear la perdiz. Justo cuando están las reuniones con el jefe del Estado sale el populista del sistema a intentar quedar como el salvador de España, pero lo que oculta realmente es su propio fracaso en la estabilidad del sistema. Ítem más, lo que refleja es su decadencia por no haber obedecido a su verdadera jefa, la clase dominante, que le había indicado que pactase, pues así dan los números, con Sánchez un gobierno centrista, dadas las circunstancias globales.

Lo curioso es que Rivera ha hecho una oferta similar en la forma a la que viene pidiendo desde hace meses Pablo Iglesias, algo que, de aceptar, perjudicaría al partido ganador de las elecciones. Si en el caso de Podemos, que no aceptó de manera inexplicable los cargos ofrecidos, se tiene la certeza de que harían dentro del gobierno oposición, no tanto por principios como por actuar dentro de lo espectacular, en el caso de Ciudadanos tendría a la “mosca cojonera” de la demagogia y el odio dándole lecciones de ética de libro malo de autoayuda. El PP ya ofreció ser leal en cuestiones de Estado, dicho de otra forma en cuestiones que interesen a la clase dominante, e incluso en los presupuestos, pero tanto Ciudadanos como Podemos sólo piensan en su propio interés. En la formación morada quieren cargos para sobrevivir, aunque ello les lleve a contradicciones inasumibles, no por hacer un gobierno de izquierdas ya que lo programático parece que les interesa poco o nada y les vale el programa del PSOE. En la formación naranja quieren alcanzar el liderazgo de la oposición y que su jefe no tenga que hacer las maletas. En ambos casos no desean nuevas elecciones porque no tienen claro qué pasaría y si se reforzarían, como parece, los partidos clásicos. De ahí que los neófitos, los que venían a comerse el mundo, los adanistas de un nuevo tiempo de grandeza de España, los que han perdido toda ideología y ética (los naranja moviéndose hacia la extrema derecha y los morados perdiendo sus referentes ideológicos) acaban haciendo la pinza contra el PSOE.

Esto no es como lo de Julio Anguita y su teoría de las dos orillas, que estaba pensada, de forma errónea, pero pensada, esto es por pura supervivencia. Según nos cuentan, las arcas naranjas podrían no tener los fondos suficientes para llevar a cabo una campaña electoral de nuevo y la clase dominante ha cortado el grifo debido a sus devaneos personalistas y no introducir estabilidad en el sistema. En Podemos, la cúpula dirigente teme por sus puestos ya que otra derrota les llevaría al cierre patronal del partido que ahora se sustenta sobre veinte personas. Miedo en ambos lados que provoca unir esfuerzos con los antagonistas para acabar con el enemigo común: el sanchismo. Una alianza para cual no tienen que haber hablado, ni firmado documentos, sino que es palpable en las palabras de cada dirigente de turno. Desde Ciudadanos se critica a Sánchez por no haber sabido pactar con Podemos, esa misma formación que decían iba a transformar a España en algo parecido a Venezuela. Y desde Podemos, ahora que ha hablado Rivera, insisten en que todo estaba orquestado para que el PSOE pactase con la derecha. Como ven, tal vez sin desearlo, ambos populismos se complementan perfectamente pese a su antagonismo sobre el papel.

Rivera e Iglesias realmente desearían que no existiese el PSOE para captar a sus votantes. Saben en la calle Alcalá que, sin el PSOE, o con una socialdemocracia en mínimos, ellos podrían ganar elecciones. Saben en la calle Princesa que, sin el PSOE, Iglesias podría ocupar el trono que tanto ambiciona y coronarse como el más grande líder de las izquierdas. Uno soñando con ser Macron y el otro con Perón. Pero juntos, al fin y al cabo, en la lucha para acabar con el PSOE al que han definido como el partido sistémico del régimen del 78. Acabar a toda costa con Sánchez para poder finiquitar al partido de los 140 años. Eso sí, sin una sola propuesta política real y plausible sobre la mesa. Pero, según parece, la suerte está echada y habrá elecciones que nadie sabe cómo saldrán pero tiene visos de que Rivera e Iglesias, por muchos conejos que quieran sacar de la chistera, no lo van a pasar bien. Mientras tanto nada mejor que hacer la pinza unos y otros olvidando que la política debería ser algo más que el mero espectáculo o los deseos íntimos y personales.

Caben ciertas preguntas que nos mostrarán cómo ambas formaciones políticas están a lo suyo y no piensan más que en términos individualistas. ¿Por qué Rivera no ofreció esta u otra solución hace una semana? ¿Por qué Iglesias no aceptó los ministerios en la investidura? ¿Por qué cada vez más se van turnando en atacar al PSOE abandonando, cada uno, los ataques más ideológicos? ¿Por qué desde Podemos llevan cinco meses insultando a los votantes y militantes del PSOE y a toda persona que no piense como ellos si realmente quieren un acuerdo? ¿Dónde han dejado la fraternidad que predican en sus artículos y programas televisivos con la clase trabajadora, que vota mayoritariamente al PSOE, y los demás partidos de izquierdas en Podemos? ¿Por qué Rivera lleva insistiendo en luchar contra el sanchismo y ahora quiere venderse como salvador cuando si hubiese querido un acuerdo con el PSOE sumando mayoría, como quieren en la clase dominante, igual ya lo tendría? A todas estas preguntas se puede responder con “¡yo, yo, yo, yo!”, poniendo los sinónimos que quieran (cargos, líder, etc.). Es cierto que la ideología dominante, gracias a sus aparatos ideológicos, está inoculando el individualismo en todas las esferas de la vida, pero a los políticos se les pide el mínimo de pensar en términos de conjuntos, más si una de las formaciones se dice de izquierdas. Es raro incluso para dos partidos prototípicamente populistas, pero lo subjetivo de sus dirigentes hace imposible lo que sería recomendable. Y así, sin quererlo, se conforma la pinza.

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