Resulta curioso que a los que señalaron como autores de los atentados de Estados Unidos del 11-S muriesen, muchos de ellos presuntamente en los aviones que se estrellaron contra el World Trade Center y contra el Pentágono.

También fue curioso que los que fueron señalados como autores de la matanza del 11-M en Madrid se inmolaron en el piso de Leganés y que sólo quedaran vivos los que fueron juzgados y que formaban el operativo encargado de la intendencia y del suministro de los explosivos o de los teléfonos móviles que sirvieron de detonador.

Lo mismo podríamos decir de los autores de los atentados de París del 13 de noviembre de 2015 o de Bruselas del 22 de marzo de 2016 que fueron siendo eliminados en distintos puntos del planeta. Exactamente igual sucedió con los responsables directos de los atentados de Londres del 23 de marzo del 2017.

También resulta curioso que los responsables de los atentados de Barcelona y Cambrils hayan sido abatidos por los Mossos d’Esquadra.

Ni un solo testimonio, ni una sola línea de investigación con un autor material vivo. Nada.

Para la lucha contra el terrorismo internacional sería fundamental que la policía pudiese interrogar a quienes son ejecutores de la muerte porque son ellos los que conocen realmente el modus operandi de estas células terroristas. Sin embargo, no es así. En la lucha contra ETA o contra el IRA las fuerzas de seguridad españolas, francesas o británicas no mataban a los terroristas. Los detenían, los interrogaban y los juzgaban. Sin embargo, con este tipo de terrorismo silencioso se mata a los responsables. Curioso.

«Yo cree el terrorismo yihadista y no me arrepiento!»

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