Fuente: Vox

Justo el día en que se conmemoraba la Shoah u Holocausto, han decido las gentes de Vox publicar un informe sobre los peligros de la inmigración para Europa. En realidad han utilizado el concepto de multiculturalismo lo que no es sino un ataque contra la inmigración. A través de su fundación Disenso van colando informes, análisis y demás intentos intelectuales que justifiquen su discurso anti-inmigración. En esta ocasión han elaborado el informe basándose en las políticas multiculturales por su ineficacia para incorporar a los inmigrantes en los distintos países europeos y señalando al, ¡cómo no!, gobierno español por generar un peligro para España al permitir la entrada de violentos personajes.

No será la primera vez, ni la última, en que Santiago Abascal y su alegre muchachada hacen apología del cierre de fronteras y de lo malos y violentos que son los inmigrantes. En esta ocasión lo esconden de forma pseudointelectual para que parezca más serio. Para poder colocarlo mejor en ciertas capas de la población. O para que sus huestes lo distribuyan en sus foros con el dedo señalando “¡Ahí dice que los islamistas son peligrosos! ¡Como dice Santi!”. Como en todo lo que suele producir Vox, en el informe hay parte de razón, pero mucho de inventado y manipulación. Y, especialmente, hay muy poco de análisis y trabajo detrás del informe. Con este tipo de informes justifican el trabajo y los gastos, pero en realidad, en forma y fondo, es un desastre y una chapuza. Al menos para lo que se entiende como think tank.

Respecto a la forma, lo que el informe presenta es una mera recopilación de poco más de una veintena de artículos de prensa más un par de libros. Ni un informe serio y perteneciente a organismos oficiales (sólo una encuesta de Ipsos referente a un país). Meros recortes de prensa con el añadido de algún libro que el escribiente (que tiene trazas de Bartleby) debió leer en algún momento de su vida y que encaja con el tema. Ya por ahí se camina por aguas turbulentas pues no se diferencia de demasiado de un artículo de opinión cuando debería tender, con más o menos rigurosidad, al ensayo científico. “El fracaso del multiculturalismo” es el título del informe (o lo que sea) y en el mismo ya está implícito un error. Pese a sus dificultades, al comienzo del artículo, para definir el concepto de multiculturalismo, la realidad es que el término en sí, como mecanismo para la implementación de políticas públicas prácticamente ni se usa ya. Salvo en Canadá o Australia, la mayoría de la Academia mundial ha dejado de prestar atención al término y utiliza, por permitir mayor amplitud de miras, el concepto de diversidad (sin obviar otros tan postmodernos como decoloniación –que no es en sí lo mismo-, transculturalismo y demás tontadas provenientes de los deconstructores). El título es correcto, porque el multiculturalismo fracasó (salvo en contados lugares) pero no se presta atención analítica a lo que ha venido después. Si se parte de algo que, en términos popperianos, ha sido falsado, el análisis queda lastrado. Es como si a día de hoy se diese verosimilitud científica a la frenología.

Dejando atrás ese aspecto sustancial y que ya indica que el análisis no se sostendrá bajo un marco analítico competente, nada mejor que introducirse en el contenido. Comenzando por el final, nada mejor que exponer las cinco conclusiones a las que se llega en el informe. “1. El multiculturalismo supone una amenaza para el pluralismo y la cohesión social. 2. El multiculturalismo favorece la desigualdad entre los miembros que pertenecen o residen en una comunidad política. 3. El multiculturalismo es un aliado del islamismo al introducir narrativas que victimizan por un lado al islamista, culpabilizando de su situación a Occidente y a los occidentales. Resultado de lo anterior, los multiculturalistas promueven políticas destinadas a la ‘integración’ de aquellos que se dicen ‘víctimas’. Con ello, se incurre en una progresiva y constante erosión del Estado de Derecho y de la igualdad ante la Ley. 4. El multiculturalismo es enemigo del Estado nación. 5. El multiculturalismo ha fracasado. Dicha ideología no disfruta de aprobación ciudadana. Solo las élites acomodadas asumen la narrativa  multiculturalista debido a los privilegios  y seguridad de los que disfrutan”.

El multiculturalismo como amenaza al pluralismo.

Como no sabían bien con qué confrontar el concepto elegido, pues el de diversidad les hubiese creado aún más problemas, han aplicado lo expuesto por el politólogo italiano Giovanni Sartori en su libro La sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros (Taurus). Lo curioso es que no abundan en la explicación del concepto de pluralismo para evitar las contradicciones en las que cayó en su momento el italiano. No refiriéndose al pluralismo teológico, ni al filosófico, queda el pluralismo político que no deja de ser el reconocimiento de diversos núcleos de poder que acaban por competir y consensuar constantemente respecto a intereses y valores. Algo que cualquier lector de Robert Dahl entendería (especialmente los de La democracia y sus críticos,Paidós). El pensador italiano entendía que la llegada de islamistas era perjudicial para la cultura europea pues arribaban con una mentalidad teocrática que es complicada extirpar. Además, añadía, que sólo si aceptasen los valores y las instituciones políticas y sociales de Europa –y el debate plural sobre ellas- podrían permanecer en este territorio. Sin duda, muchísimas personas, tengan el pensamiento que tengan, estarán muy cercanas a estas posiciones sin pensar en términos racistas, ni xenófobos.

Eso es lo que pretenden desde luego. Más cuando obvian que el pluralismo no dice que deban ser expulsados estos grupos, ni postergadas, sino que pueden participar del debate y defender sus propios valores dentro de las sociedades dadas, la europea en este caso. El pluralismo también defiende otro tipo de identidades como los nacionalismos secesionistas que también son señalados como objeto de adoración del multiculturalismo de forma crítica. Algo lógico pues donde primero se aplicó, Canadá, servía para mantener la unidad del Estado bajo tres culturas claramente diferenciadas (inglesa, francesa y nativa). Cierto que la tolerancia con los violentos no es posible, pero ¿con los no violentos? El pluralista no opondría quejas al debate con el no violento.

De hecho el pluralismo fomenta eso que tan poco gusta en Vox como son las asociaciones temáticas o de interés. Como dicen en el texto que es horrible que se detraigan dineros de los propios para darlos a los grupos de interés de inmigrantes (estén o no naturalizados) ¿no será que tampoco apoyan el pluralismo cerrado de Sartori? Por eso dicen en su segundo punto que provoca desigualdad, no por aportar datos concretos sino porque se detraen recursos que van hacia la población inmigrante. Salvo que se detraigan para los inmigrantes venezolanos, que para eso bien que apoyan la transferencia de recursos públicos. Por ello se comprueba que no es problema de inmigración sino de un tipo de inmigración. Y no porque sea más o menos violenta (también hay mafias de origen sudamericano, ruso o estadounidense), sino por cuestión política y religiosa.

El peligro del islam.

Gran parte del informe está dedicado a señalar al islamismo y la supuesta tibieza de la izquierda postmarxista o postmoderna (en el informe citan el marxismo cultural, ese mantra que utilizan siempre, aunque paradójicamente citan a un autor que se queja de la desaparición del marxismo clásico Paul E. Gottfried, La extraña muerte del marxismo, Ciudadela de libros). Tomando a Gottfried como aliado –al fin y al cabo es considerado un paleoconservador o liberal libertario según quien opine-, comienzan un análisis de los peligros que ha traído el islamismo a las sociedades europeas en términos de descohesión social y terrorismo. Y no es baladí ese peligro social pero tampoco es culpa del multiculturalismo en sí. Cierto que el buenismo de parte de la izquierda ha posibilitado la expansión del yihadismo y la sharia entre los núcleos musulmanes en Europa, pero tampoco se les ha catalogado de víctimas como dan a indicar. En gran parte de los casos ha sido un problema de pluralismo cultural que la extrema derecha ha sabido alentar con cierto éxito.

Por cierto el problema del islamismo no es nuevo hace casi tres décadas es parte del debate en Francia y Gran Bretaña y casi dos (prácticamente desde el 11 de septiembre) en el resto del mundo occidental. Existe una dificultad cultural que no se puede obviar entre lo que supone el Islam, como unión de religión-Estado-cultura, y los valores occidentales. No es un problema meramente material sino de teleología. Como decía hace años Jean-François Revel: “Lo que los integristas reprochan a los occidentales no es que sean ricos, es que no sean musulmanes” (La obsesión antiamericana, Tendencias). Pero el propio Revel piensa que sólo con la apertura cultural se progresa, con la mezcolanza se logran avances hacia la sociedad abierta que derriba las sociedades cerradas, como es la islámica. Conociendo ese problema no cabe exagerar o criminalizar, como hacen el Disenso/Vox. De hecho la criminalización acaba, según su propia lógica, que la izquierda buenista acabe sucumbiendo a la victimización.

El francés Olivier Ray escribió en Foreign Policy (que no es que sea una revista “científica marxista”) que el problema en Francia había sido que el radicalismo juvenil, propio de la adolescencia de clase trabajadora, ante la falta de oportunidades se había hecho yihadista. En cierto sentido son los musulmanes de segunda generación, es decir, los ya nacidos en Europa y que pasan por el sistema educativo europeo, los que están dando el paso al extremismo, como se vio en el atentado del Bataclán. Y son los que apoyan la creación de espacios cerrados en distintas ciudades, como París, donde la sharia campa a sus anchas. Otro francés Gilles Kepler señala no a lo material sino a lo subjetivo que está inserto en la propia religión, especialmente el salafismo de Arabia Saudí. Entre ambas posiciones seguramente se encuentre la verdad como advierte Francis Fukuyama (Identidad, Deusto) quien critica, con toda justicia a esa izquierda por “las formas particulares de identidad a las que decide prestar cada vez más atención. En lugar de fomentar la solidaridad en torno a grandes colectividades como la clase trabajadora o los explotados económicos, se ha centrado en grupos cada vez más pequeños marginados de maneras específicas”. Algo que está también en el propio liberalismo “en el que el principio de reconocimiento igual y universal ha mutado en un reconocimiento especial de grupos particulares” finaliza Fukuyama.

No ha hecho falta recurrir a autores del buenismo para analizar el grave problema del islamismo en Europa sin necesidad de criminalizar a las personas por su etnia o religión como hacen en el informe las gentes de Vox. Los autores a los que se ha hecho hablar son todos liberales (cada cual de su familia liberal) y muestran una realidad bien distinta. De hecho, sin en la fundación Disenso se lo trabajaran un poco más podrían haber hecho acopio de una obra casi reciente (se publicó a finales de 2019) como es la de Ignacio Gómez de Liaño (Democracia, islam, nacionalismo, Ediciones Deliberar) donde se analiza y explica el porqué de esa problemática para la integración de los islamistas en la sociedad europea. No sólo se critica la violencia inherente, por su pensamiento totalitario, a parte del Corán y de las diversas corrientes islámicas sino que se aportan soluciones que no lleguen a quebrar la propia identidad del musulmán como tal. También verían cómo todo este maremágnum de la diversidad dogmática viene del propio liberalismo y del puritanismo. Pero claro eso supondría analizar mediante el uso de la razón.

El problema está en el propio liberalismo.

El problema que les lleva a la permanente contradicción es el intento de ser un partido atrápalo todo, de derechas, conservador pero en el fondo liberal-libertario. Quieren conseguir el apoyo de parte de la juventud y de la clase trabajadora azuzando el peligro de la inmigración (¿Recuerdan cómo Aznar loaba la apertura de fronteras cuando gobernaba porque España necesitaba mano de obra… barata?); quieren captar todo el voto católico azuzando un cristianismo de cruzada que ni Juan Pablo II apoyaría; quieren defender ciertas tradiciones propias para ganarse a los conservadores; quieren ser los más libertarios en términos políticos y económicos para ganarse a las personas liberales; pero no se percatan de que en ese totum revolutum no hacen más que estallar contradicciones. Si se apuesta por la sociedad abierta, las tradiciones tienden a desaparecer o minorarse. Si apuestan por fronteras cerradas o con mucha restricciones se les quejarán los libertarios porque no hay un ejército de reserva laboral del que tirar para bajar salarios. Si apuestan por el capitalismo como elemento moral y conformador de las relaciones sociales, no ganarán a la clase trabajadora, se les llenará todo de diversidad (¿No son las grandes empresas capitalistas diversas?) y se les irán los conservadores. Son una pura contradicción en sí.

Tal vez no merezcan, el informe parece que no, un somero análisis racional porque no hay fuste, no hay chicha donde rascar. Al final, por mucho que quieran ponerse “medallas intelectualoides”, cualquiera un poco leído, especialmente en temas liberales, les desmonta todo el aparato. Toman un problema pero son incapaces de analizarlo con cierta solvencia, con cierta rigurosidad, con cierta perspectiva amplia y moderna de lo que se viene debatiendo en el mundo (especialmente el académico). Hasta un autoconfeso conservador como R. R. Reno les desmonta su sociedad abierta: “Cuando la sociedad abierta deviene enemigo de los amores compartidos, cuando el juicio crítico les hace la guerra a nuestras convicciones más profundas, nuestro consenso espiritual, cultural y político se torna anihumano” (El retorno de los dioses fuertes, Homo Legens). O lo que es lo mismo, si se está a pares se está a pares. Si son partidarios de la sociedad abierta tienen que apechugar con todo lo que ha producido, como la diversidad y demás demandas identitarias. Así es normal que les salgan los informes que les salen. Este desde luego es chapucero y carece de rigurosidad porque toma una parte por el todo y no profundiza en los problemas que plantea. Al menos igual les sirve para justificar lo que tengan ahí montado… La FAES voxera decían… En la FAES hay gente muy preparada y los informes son serios.

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