Hace tan sólo seis años, casi por estas mismas fechas, quien esto escribe hablaba en otro medio sobre la semana trágica del PSOE. Al mando del mismo estaba un desnortado y derrotado en cuatro elecciones, Pedro Sánchez. Hoy, tras una vuelta a la secretaría general y una victoria en las generales, hay un presidente del gobierno que parece tener las cosas tan poco claras. Ha quebrado todas sus promesas para auparse y mantenerse en el poder. No podía dormir con Podemos y hoy se acuesta abrazado a elles. No pensaba pactar con los batasunos y hoy les concede lo que quieren. No dejaría nunca a las mujeres en la estacada, porque él era muy mucho feminista, y hoy se entrega al lobby gay. Iba a traer la democracia al PSOE y hoy es un cortijo donde sólo cabe un señorito, él.

Ya se advirtió en estas mismas páginas que mediante el recurso del reglamento, en el cual ningún militante tiene posibilidad de impugnar o modificar, había construido una URSS stalinista en pequeño. Las hordas de sanchistas, que todavía en aquella época estaban muy activas, se lanzaron al cuello de quien esto escribe. Hoy, se esconden cuando observan que el PSOE ni posee democracia interna, ni permite la libertad de expresión (esos sanchistas ladrando contra, por ejemplo, Emiliano García-Page por opinar distinto) y, para más inri, pretende expulsar a las feministas para entregarse al lobby gay.

Un PSOE bajo la bota

Sánchez cuenta en su equipo de confianza con diversos componentes del lobby gay, a los que se añaden los pepiños, y no piensa mover un dedo por las feministas. De hecho, tan rápido como cubrió el expediente de aparentar ser feminista con Carmen Calvo, la cortó la cabeza y hoy pretende que sea expulsada del PSOE. Quiere, como buen señorito, cortar la cabeza de una destacada feminista para que las demás se callen o, igual, se vayan del partido. El caso es que no molesten al señorito en su viaje a ninguna parte política, salvo buscar su futuro con muchos ceros a la derecha. Lo que no saben en Ferraz es que igual tienen que echar a más de una y de dos, si es que se piensan que pueden expulsar a Calvo sin sufrir una batalla dentro del partido.

No se recuerda cosa igual en el seno del PSOE. El “malvado” Felipe González, junto a su inseparable Alfonso Guerra, son casi dos monjas de la caridad comparado con este hombre. En el PSOE es tradición e historia no sólo la libertad de expresión, sino la existencia de posiciones diversas. Antes había cauces orgánicos para expresar las diferencias, hoy sólo existe la voluntad de uno. Durante el referéndum de la OTAN, que supuso una fuerte pugna ideológica en el seno del partido, militantes del PSOE, especialmente los vinculados a Izquierda Socialista, hicieron campaña por el NO, participando en mítines. Hubo mosqueo en Ferraz, sí, pero no se expulsó a nadie porque se entendía que esa divergencia era propia del pensamiento socialista. Hoy cuando las feministas expresan la posición socialista son perseguidas por las hordas queer y consiente el señorito que se abran expedientes de expulsión.

Vinculado al lobby gay

Si algo ha caracterizado al socialismo, a lo largo de su historia, es no ir con las corrientes sistémicas. Más bien lo contrario. Porque esas corrientes históricas, el neoliberalismo de las dos caras actual, al final perjudican a la clase trabajadora y a las mujeres. Después del transgenerismo (porque es transgenerismo y no transexualismo) vendrá la explotación de la mujer para cumplir los deseos del colectivo gay en el que se apoya Sánchez, los vientres de alquiler. A cualquier socialista le debería hacer sospechar que las empresas farmacéuticas estén apoyando el transgenerismo (algo que no es una enfermedad en sí), menos a Sánchez y su cuchipandi de la sauna. Y como el cortijo es suyo, porque unos incapacitados (para pensar) militantes se lo entregaron, hace y deshace a su antojo.

Ahora van camino de expulsar a Carmen Calvo. Mañana será cualquier otro militante, con décadas de militancia seguramente, porque le parezca mal que se subvencione a esta o aquella empresa. O porque entienda que el cártel de la construcción no debería volver a llevarse un contrato público en el tiempo de castigo y no como ahora, que el gobierno a través de Adif permite que tengan contratos muy sustanciosos. No le gusta la clase trabajadora, él siempre ha sido un niño pijo de estudios por la privada (porque no le daba para la pública) y que ha estado vinculado a Pepe Blanco y José Luis Balbás (el del Tamayazo). De ser un fontanero del aparato a dirigirlo a su antojo, quitándose a las mujeres y hombres que le son molestos. Eso sí, con los dirigentes regionales no se atreve porque al final es un pusilánime con los fuertes y un stalinista con los débiles.

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